Elogio de la Sombra
de Jorge Luis Borges
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.
In praise of Darkness
Old age (this is the name that others give it)
may prove a time of happiness.
The animal is dead or nearly dead;
man and soul go on.
I live among vague whitish shapes
that are not darkness yet. Buenos Aires,
which once broke up in a tatter of slums
and open lots out toward the endless plain,
is not again the graveyard of the Recoleta, the Retiro square,
the shabby streets of the old Westside,
and the few vanishing decrepit houses that we still call the South.
All through my life things were too many.
To think, Democritus tore out his eyes;
time has been my Democritus.
This growing dark is slow and brings no pain;
it flows along an easy slope
and is akin to eternity.
My friends are faceless,
women are as they were years back,
one street corner is taken for another,
on the pages of books there are no letters.
All this should make me uneasy,
but there's a restfulness about it, a going back.
Of the many generations of books on earth
I have read only a few,
the few that in my mind I go on reading still––
reading and changing.
From south and east and west and north,
roads coming together have led me
to my secret center.
These roads were footsteps and echoes,
women, men, agonies, rebirths,
days and nights,
falling asleep and dreams,
each single moment of my yesterdays
and of the world's yesterdays,
the firm sword of the Dane and the moon of the Persians,
the deeds of the dead,
shared love, words,
Emerson, and snow, and so many things.
Now I can forget them.
I reach my center,
my algebra and my key,
my mirror.
Soon I shall know who I am.
(Translation into English by Norman Thomas Di Giovanni)