Alfonsina Storni (1892-1938) es considerada una de las voces femeninas más potentes de la poesía en lengua española de las primeras décadas del siglo XX. Su vinculación con el Modernismo, en medio de la euforia vanguardista que se apoderaba de los jóvenes poetas argentinos de su tiempo, hizo que se le diera menos importancia de la que merecía, pese a la notoriedad que alcanzó en su propio país y en el mundo hispánico en general. Esta excepcional mujer, capaz de desafiar los asfixiantes convencionalismos sociales, fue un ejemplo de coraje por su manera de asumir su ser femenino en absoluta y a veces desgarradora soledad.
Nació en Capriasca, Suiza, en 1892, pero desde los cuatro años fue llevada a Argentina, país que la acogió con su nacionalidad. Desde muy niña empezó a trabajar como maestra, haciendo sus primeros pasos como poetisa bajo el pseudónimo de TaoLao.
En sus cartas al filólogo español don Julio Cejador, Alfonsina resume algunos momentos de su vida. Refiriéndose a esta época, le dirá: «A los trece años estaba en el teatro. Este salto brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro contemporáneo y clásico (…). Pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos…».
En 1912 nace su hijo Alejandro, sin padre conocido. Eso la define como mujer que se enfrenta radicalmente a la sociedad.
En 1925 publica Ocre, que marca un cambio decisivo en su poesía. Su poesía, fundamentalmente de temática amorosa, ahora también se liga a la temática feminista.
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Hasta la casa de
El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada de un cáncer de mama. La mastectomía le deja grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental se recrudecen. Se vuelve recluida y evita a sus amistades.
En 1937 se suicida Horacio Quiroga y ella le dedica un poema de versos conmovedores y que presagian su propio final:
Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.
En 1938 apareció Mascarilla y trébol y una Antología poética con sus poemas preferidos.
Los meses que siguen fueron de incertidumbre y temor por la renuencia de la enfermedad: Alfonsina padece cáncer terminal.
En octubre viaja a Mar del Plata. Desde allí, envía dos cartas: una a su hijo, Alejandro, y un "Poema de despedida" al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío...
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
Su trágico suicidio inspiró
De las heridas y de la incomprensión padecidas por Alfonsina Storni emerge la fuerza de su voz, la cadencia de unos versos que pueden ser grito de protesta, canto a la vida, amor a la naturaleza, o reivindicación del derecho de la mujer a convertirse en sujeto del deseo, en una tentativa de conquistar la libertad para decidir su destino.